Archivo de la categoría: Jacobeo

Liébana, última Thule

Las reliquias de la cruz, donde se cree sufrió tormento aquel buen Rabí de Galilea, acaso sean el motivo más antiguo, en la religión cristiana, por el que los peregrinos emprendían su camino. Es este el vestigio más cercano y difundido de un objeto que estuviera en contacto con la divinidad, y el más antiguo del mundo cristiano: la advocación de la Vera Cruz, suele ser la Titular de las primeras congregaciones de fieles, cofrades o devotos, que aparece en las poblaciones del común cultural que forman el arco mediterráneo. Probablemente el mercadeo de reliquias en tiempos pasados invalidó, o cuestionó al menos, la mayoría de ellas, pues, de juntarse, a más de una le pasaría como con los huesos de cierto Santo que, mandados traer a Roma, llenaron tres carros.

Pero ello no debe hacernos pensar que toda reliquia es susceptible de manipulación más o menos interesada a manos de los hombres: cierto es que son escasas, pero algunas hay que se veneran en base a un devenir de siglos recogido en crónicas y escritos con bastante exactitud y que, sometidas incluso a pruebas científicas, cuanto menos aportan datos que nos hacen pensar si no estamos realmente ante un objeto cierto de veneración, como custodian con mimo y celo tantos monasterios e iglesias del orbe cristiano.

Conocido es que Jerusalén, Roma y Santiago son los tres vórtices de peregrinación, custodios de los más importantes vestigios de los Apóstoles y de Jesucristo, y que gozan periódicamente de Año Jubilar (a los que se ha unido más recientemente Caravaca de la Cruz); pero pasa un poco desapercibido un quinto lugar, escondido entre las montañas cántabras y cargado de una historia y una naturaleza apasionantes.

Siete Sellos (Centro de Interpretación Beato Liebana – Potes)

Corría el 2017, Año Jubilar por aquellas tierras, cuando nos encaminamos hacia allí. Cuentan las crónicas que, ante el avance musulmán en la península, entre las muchas reliquias que buscaron cobijo en territorio cristiano estaba este Sagrado Leño que Santo Toribio había traído de Tierra Santa, perteneciente a uno de los brazos de la Cruz, y que las dataciones científicas aseguran es del siglo I A.C. y de una especie de madera de ciprés autóctona de Palestina.

Fijamos el punto de partida en San Vicente de la Barquera, arracimada en su espolón de tierra y rodeada por el siempre rugiente Cantábrico, que nos dio la bienvenida en una tarde plomiza de Octubre. Peregrinos norteños se mezclaban con los “cruceños” que partiríamos a la mañana siguiente, cobijados todos en el albergue cercano al antiguo hospital de peregrinos de La Concepción. De mañana todos se despedían hacia Compostela salvo un joven espigado francés, Quentin, que haciendo gala de un exquisito trato nos acompañó hasta la salida de la población.

La primera etapa se presentó exigente desde el inicio, pero el exceso de asfalto, suplido por impresionantes paisajes, no nos hizo desistir de continuar por el camino histórico tradicional, desechando la senda del Nansa (invento moderno de autoridades poco interesadas en lo auténtico, y más propia para senderistas que para peregrinos…), continuando hacia la Ferrería de Cades para acceder al impresionante Valle de Lamasón. Con el calor impertinente de aquel Octubre, convertido en verano por este cambio climático que nos azota, llegamos a Sobrelapeña al caer la tarde, con la mole vigía de Santa María dominando el término.

La mañana trajo algo de lluvia y viento fresco de las montañas, que serenó el ambiente mientras nos encaminábamos hacia La Fuente y su preciosa (y cerrada en pleno Año Santo…) Iglesia de Santa Juliana. Una senda ascendente nos conduce al Collado de Hoz mientras el cielo amenazaba tormenta. Dura la subida con un paisaje digno de un cuadro el que iba quedando a nuestras espaldas. Y en lo más alto, una pequeña cabaña muestra en su puerta a Rosa, una anciana que trabaja cuencos y utensilios de cocina con sus propias manos y una oxidada navaja: el peregrino, reacio a cargar con cualquier cosa que le aporte peso, no se puede resistir sin embargo ante su dedicación, a comprarle algo y echar unos minutos de charla sobre lo divino y lo humano, obteniendo además como recompensa un buen puñado de nueces…es la intrahistoria del Camino que podemos encontrarnos si abrimos los sentidos y encerramos las prisas en un cajón.

Se suceden los valles y collados de esta “Ultima Thule” que es Liébana: el camino ahonda en simas históricas, que fueron reductos de familias godas e hispanas que se refugiaron allí del ímpetu del Al Andalus dominante. Pero el paraíso también hoy está amenazado: en medio del bosque de acebos que rodea nuestra senda, surge el humo de una quema de rastrojos que se descontrola por momentos antes de bajar a Cicera.

Tapa de la tumba de Santo Toribio – Monasterio de S. Toribio de Liebana

Aquí las montañas se cierran como gigantes que custodian el Desfiladero de La Hermida y dejan entrever con dificultad los pasos de montaña que nos acercan al “sancta sanctórum” del valle. Elegimos el Camino Real que sube hacia el Canal de Francos; equivoco nombre el de “canal” pues lejos de ser llano y “navegable” se convierte en una subida de siete kilómetros que tardamos tres horas en hacer, atravesando por la Braña de Beres densos bosques donde vuelve a habitar incluso algún oso pardo. La luz declinante comienza a atravesar ya con dificultad el techo de hojas de los bosques cuando, a media tarde, terminamos la subida en el Collado de Arcedón, y aparece a nuestros pies Lebeña.

La parada aquí es obligatoria. El orgulloso pueblo atesora un transcurrir singular a través de los siglos, y dos tesoros engarzados: su Iglesia de Santa María, con su Virgen de la Buena Leche, y M ª Luisa, su guía y cuidadora. La belleza mozárabe del edificio, con su sorprendente campanario moderno, y que sin embargo parece labrado por alarifes alto-medievales, se envuelve en la seda de los relatos de druidas y monjes que habitaron esos lares y que brotan del corazón de M Luisa, avezada narradora…de esas que hacen que no mires el reloj.

En el exterior, un olivo milenario y un pequeño y joven tejo (esqueje de la pareja de aquel, destruido por un rayo), recuerdan la historia de dos mundos equidistantes que se unieron en una bella historia de amor allá por el siglo XI.

El “edén” de Lebeña solo tiene una espina, y es el hecho de que alojarse allí es tarea difícil; por suerte Luis, casi el único taxista del valle, nos saca del atolladero y nos lleva a pasar la noche a Tama, al Corcal de Liébana donde Adolfo ejerce la hospitalidad. No, no es un albergue, pero la acogida no puede ser más hospitalaria, con todo detalle para dos cansados caminantes. De amanecida, retornamos a las puertas de Santa María para continuar.

El rio Deva, con el frescor de sus aguas, nos alivia temprano del sofoco de la subida hasta Allende. Dejando atrás la localidad por su primitiva ermita que, mimetizada con la montaña, atravesamos, casi sin darnos cuenta, por encima de su techo, adentrándonos en un estrecho y tupido valle surcado por el arroyo Cobejo que nos sirve casi de único guía, pues el follaje se cierra sobre nosotros ocultando cualquier referencia en el horizonte.

Rusticas pasarelas de madera nos sacan poco a poco a la luz de antiguos castañares que nos dejan entrever Cabañes, con sus casitas resbalando por la ladera. A partir de aquí, el descenso será prolongado hasta la ermita de San Francisco, ya en el término de Potes. Las huellas de la “civilización” se acentúan hasta hacernos entrar en la Villa de los Puentes y las Torres.

Potes bien merece una visita sosegada de aquellos que saben valorar las grandes historias que se ocultan tras lo aparentemente pequeño, así que hacemos noche allí para acometer a la mañana siguiente la subida a Santo Toribio. Atravesamos con las primeras luces el Puente de San Cayetano, donde confluían todos los caminos de peregrinos para hacerse uno sólo hasta el Lignum Crucis. Antiguas ermitas, como San Juan de la Casería, se desperdigan por todos lados, hasta que, a la vista del albergue de peregrinos del Monasterio, vemos llegar nuestra meta.

Los sobrios sillares del cenobio muestran abierta la Puerta Santa en esos días, por la que el peregrino, emocionado aun por la llegada, se adentra en la iglesia: la Fraternidad Franciscana guarda ahora la tumba de Santo Toribio, con su tapa desvencijada por los continuos “recuerdos” que los caminantes arrancaban en forma de lasca de madera, y la Capilla del Lignum Crucis, que, a la hora del oficio divino, es mostrado cada día de este Año Santo a los peregrinos, y besamos con humildad, quizás con incertidumbre, quizás con devoción. Misa tranquila, con la iglesia llena pero sin apreturas, que nos permite ver, gracias a las inconfundibles mochilas (a las que aquí, afortunadamente, se les permite la entrada como elemento bendecido del peregrino que es…), a los compañeros de camino; sorprendentemente muchos de los que partimos de San Vicente confluimos allí, como el “caballero francés” de Quentin: a la hora de la Paz, los abrazos entre nosotros no pueden ser más sinceros.

Para orgullo de “patria chica” queda el dato de que son los peregrinos sevillanos los más numerosos ese año: no por nada en Sevilla también tenemos “lignum crucis” custodiado por la Hermandad más antigua de la ciudad, la Vera-Cruz.

Las montañas, como los Siete Sellos bíblicos, cierran Liébana y parecen protegerla de ese “apocalipsis” con el que las masas y el consumismo amenazan nuestros caminos. Beato guardó vigilia una Nochebuena esperando al Anticristo…tampoco es para ponerse así, pero no nos durmamos esperando que la salvación de las sirgas de peregrinación venga, al sonido de Siete Trompetas, de la mano de alguna fuerza divina: la preservación de este tesoro y su puesta en valor está en el alma y el cariño de cada peregrino…tan fácil y tan difícil. Buen Camino

Llegando a Lebeña

(Artículo publicado en la Revista Peregrino nº 201-202, con el título «De Camino a Santo Toribio de Liebana»)

100 Palabras

La luna acompaña la lámpara de la Berenguela desde

hace siglos cuando el Año se hace Santo,

alumbrando ilusiones y esfuerzos de caminantes, a

través de sendas que trazan ríos humanos entre la tierra y

la historia, dando vida al espíritu que se acomoda en las

entrañas de la Catedral, desde que las columnas eran

árboles y su luz las estrellas del firmamento. Mucho ha

cambiado desde Paio hasta hoy, salvo la pasión y la fuerza

que mueven el espíritu hasta Compostela. Ata bien tus

botas, desata el corazón, bebe de la tradición: solo así

llegarás al corazón de Santiago.

Romero solo

Escribiendo, en estos tiempos tan inciertos, miras atrás y todo se relativiza: problemas, sueños, añoranzas…y las vivencias auténticas se refuerzan, nos parecen “pecata minuta” los obstáculos que se nos interpusieron con ellas. Los caminantes estamos acostumbrados a ello: el Camino es buena escuela de superación de tantas piedras como aparecen en senda vital de todo ser humano. Porque es habitual que las obligaciones laborales y responsabilidades familiares hagan que el “peregrino constante” tenga que superar y engranar vicisitudes para lograr escapar a ese Camino siempre cercano en el alma, pero a veces lejano en la realidad de la vida que llevamos.

Ese “lamento”, tan conocido por el caminante, arrastraba yo. Muchos suspiros en estos últimos años alejado de él, pero todo llega…que el Santo no es milagrero, pero ayuda al peregrino…y allá que a mediados de mayo del “feliz 2019” subía al autobús hacia Salamanca, donde había dejado mi camino platero tres años antes… ¿o quizás fueran más en el sentimiento?, pues cambiante es el mundo siempre, pero en estos tiempos con más celeridad. Bajarse del bus en tierra charra y desbordarse los sentimientos fue todo uno: cuantos anhelos y dificultades…pero allí estábamos, por fin, bordón en mano.

Salamanca, siempre acogedora, vibraba populosa de gentes, pero el peregrino, que debe preparar cuerpo, mente y espíritu por igual, busca el rincón sereno en los albores de la partida para revisar estos puntales tan fundamentales; y allí que encontré abierto San Marcos, con su Cristo románico colgado del tiempo, en la salida histórica de la ciudad antigua. Sopa castellana para caldear el aire que esa noche anunciaba el frio que vendría en las próximas jornadas, y a soñar con el “Campo de Estrellas”.

Al despertar, la mañana fresquita y soleada despereza la ciudad y abre sus puertas al campo castellano. Largos, rectos e interminables tramos se abren como surcos en la tierra, salpicada con algún bosquete y pequeñas poblaciones que se suceden sin apenas compañeros de viaje, hasta llegar al final de la jornada a Calzada de Valdunciel. El coqueto y acogedor albergue municipal nos cobija a una “pequeña ONU”: italiana, neozelandesa, español…y la misa de la tarde, en la más que cuidada Iglesia, nos presenta a todo el pueblo en una de esas escenas, congeladas en el tiempo, que aun reúnen a los vecinos en torno a la despedida del parroquiano difunto, y que nos sitúa casi al mismo nivel de protagonismo, pues la indumentaria delata que nuestra presencia es más que ajena, y novedosa, al evento.

Ruinas del Castillo de Castrotorafe (Zamora)

Las largas rectas vuelven a romper la mañana, y un pequeño arcoíris enredado en una percha de riego da color al reseco paisaje de cereal y tierra áspera. Así llegamos a El Cubo de la Tierra del Vino, en plena festividad de San Isidro, lo que nos concede la oportunidad, al atardecer, de vivir una escena digna de ser narrada por Machado: la modesta procesión del Santo sale de la Iglesia, “Casa de Dios y Puerta del Cielo”, como reza en el dintel de su puerta, y se adentra en los campos, seguida por los devotos y algunos peregrinos, para bendecir la tierra en un rito probablemente de reminiscencias celtiberas, que enlaza con nuestro mozárabe Santo. Un lujo para el alma presenciar esta celebración, casi congelada en los siglos.

La cena al atardecer reúne a un grupo heterogéneo que alegra la mesa y da calor a la soledad que, a veces, en la Plata, nos acucia como la melancolía al eremita que, sabiendo que elige una vida de esfuerzo, seguramente echa de menos, al menos de cuando en cuando, la compañía humana.

La vivencia compartida da al amanecer un color más acogedor, a pesar del frio que, inexplicablemente, se va haciendo más presente día a día como si entráramos en un invierno tardío. El Camino, para los peregrinos hispalenses, tiene en esta jornada un componente especial, pues bordea el pequeño pueblo de Peleas de Arriba, que vio nacer a Fernando III El Santo.

La llanura verde comienza a ascender levemente, como olas que se encrespan, hasta la bajada repentina al Duero, que cerca Zamora y la esconde como el pez al anillo del Obispo Atilano, como nos recuerda su monumento en la margen del rio. La siempre cuidada y armoniosa ciudad nos lleva hasta Santa Lucía cuando el reloj de sol de su fachada marca algo más del mediodía. “Ser en la vida romero…que cruza por caminos nuevos”…los versos de León Felipe parecen hechos a medida para su tierra zamorana: vagar por sus calles mientras llega la hora de abrir el albergue no se hace ni largo ni pesado en el ánimo, al contrario; el rosario de iglesias y callejas te envuelve en un limbo de tranquilidad, belleza y sosiego…San Cipriano, Santiago del Burgo, San Juan de Puerta Nueva…Zamora es ciudad de inicio también, y eso se nota en el albergue completamente lleno, pero acogedor por la edificación tan bien distribuida y el buen hacer de sus Hospitaleros Voluntarios.

Cerca de tapial tradicional, en las cercanías de Tábara (Zamora)

Al caer la tarde, pasando por la Casa del Cid, me dirijo a una de mis iglesias preferidas. Semioculta entre las casas del arrabal y los árboles está Santiago el Viejo, donde el Campeador calzó espuelas: la primera vez sentí la necesidad de descalzarme para entrar, tal energía sentía exhalar a sus muros cargados de historia; las figurillas de los capiteles te sonríen e invitan a quedarse y meditar o simplemente escuchar tu respiración…tareas muy peregrinas todas, dicho sea de paso.

El batiburrillo de peregrinos se ordena para la cena comunal y el sueño reparador. La mañana clara nos guía, tras atravesar las murallas y dejar atrás la bifurcación hacia el interesante (y desconocido) camino platero portugués, a Roales del Pan. La localidad, con su moderno cruceiro y área de descanso para el peregrino, es lo único que romperá la monotonía hasta llegar a Montamarta, y el cambiante cielo, que se oscurece en los albores de la tormenta y enfría aún más el aire de la llanura.

El albergue, cómodo pero distante de la población, es batido esa tarde por los cuatro costados por una lluvia torrencial, tras la que amanece una mañana soleada. Atravesamos Ricobayo por el lecho del embalse, vaciado por la pertinaz sequía, y se nos abre una jornada de impresionantes ruinas ilustres, empezando por el Castillo de Castrotorafe, digno de ser cantado por el mismo Tolkien, o el Monasterio cisterciense de Moreruela, de dimensiones tan magníficas que será en su caserío de Granja de Moreruela donde encontraremos albergue y hospitalidad esa noche.

Saliendo por la mañana dejamos al frente el Camino platero para mejor ocasión, y tomamos a la izquierda por el Sanabrés. El cambio de paisaje se hace notar ya en los colores que se acentúan y multiplican anunciando territorios más serranos, y el Puente de Quintos, sobre el impresionante Esla, nos abre la puerta hacia el noroeste compostelano.

Y llegamos así a Tabara, al antiguo scriptorium de Beatos del desaparecido monasterio, por sendas que serpentean entre ramales ferroviarios que, como los antiguos dragones de los pergaminos que allí se pintaron, amenazan con su sola presencia la senda jacobea, y que tendremos que “vigilar” entre todos pues de todos es el Camino.

Tábara nos acoge y nos despide con la misma calidez: a unos hacia el Aliste y la Sierra de la Culebra, a otros de vuelta a casa, que el tiempo del gozo llega a su fin. Parten de mañana los peregrinos, y yo, solo con mi cayado, espero el autobús, como fuera de sitio, y recuerdo los versos del poeta del pueblo “Para mi el bordón sólo del romero…Yo quiero el camino blanco y sin término”

La sonrisa del Santo

En las postrimerías del año más oscuro, en la ciudad de las estrellas, un martillo de plata retumbará en el mundo deshaciendo un muro de piedra y desdichas, de argamasa y tristezas, de frustraciones y sinsabores…es el amor de Dios quien lo derrumba.

Lo empuñará el Arzobispo, pero lo impulsará la fuerza de la Fe de los peregrinos. Bien lo sabe el Señor Santiago, que ya sonríe viendo, entre el polvo que se levanta ante la Puerta que cede, las primeras botas sucias de sus peregrinos…Faltan los abrazos, pero guarda sus deseos y anhelos a buen recaudo, bajo su esclavina, como el secreto más cálido para soportar este duro invierno…por eso sonríe.

 Porque por encima de pandemias y problemas, mañana los peregrinos estarán allí, estaremos todos…hasta los que ya no están…porque a Santiago se llega, antes que con las piernas, con el corazón. Estaremos en el brillo de los ojos del primer caminante que asome por el dintel sagrado que se abre de tarde en tarde, en la luz que brilla en la linterna de la Berenguela, en la Estrella de Platerías que cabalga en la fuente.

Mirad ese día al Cielo, peregrinos…no dejéis de mirar…La misma Luz que guió a los Magos de Oriente se encierra en aquella lucerna que solo se ve con los ojos del alma peregrina…mirad más lejos, más arriba: es la Luz de la Esperanza, es la Luz de Compostela… Feliz Navidad y Buen Camino.

A mi amigo Paco Tena, en este duro invierno

Del buen gobierno de las cosas

“μέτρον ἄριστον” (en la moderación esta lo mejor). El adagio clásico sirve igual para un roto que para un descosido. Aplicable a cualquier aspecto de la vida, en él se encierra la guía de nuestras acciones: encontrar el término medio.

Tolerancia y moderación adornan al ser humano, como dirían los maestros, y cuando el fiel de la balanza no encuentra estabilidad entre ilusión y razón, los mejores proyectos dan al traste.

Ermita en Casas de Reina, en el Camino Jacobeo de la Frontera

En el mundo jacobeo, como en la sociedad en general, es fácil encontrar ambos extremos, y gente que fluctúa de un extremo a otro: peregrinos “new age” para los que todo es de color; caminantes que se han escorado a lo “políticamente correcto” (que, casi siempre, va en detrimento del Camino…)y desechan cualquier actitud crítica; aquellos que han perdido la ilusión, sin darse apenas cuenta, y vagan por cómodos senderos con alergia a las botas sucias, o quien se enfrenta a los derroteros (camino de las rocas, muchas veces…) de la sirga jacobea en armado solo de guitarra y chanclas. Está el caminante que solo ha surcado los libros de la tradición santiaguista sin saber sentido en el alma las «lágrimas del Obradoiro», y el que atraviesa kilómetros, mochila a la espalda, sin saber que recorre: ambos pasan con orejeras por la universalidad de la herencia compostelana.

Repito que no es nada nuevo en la evolución de los fenómenos socio-culturales, pero encontrar el añorado equilibrio, con mayor o menor acierto (humanos somos…) las más veces es cuestión de avanzar hacia adelante sin olvidar lo que hemos andado y nos ha enriquecido en saber y comprender.

Vista del antiguo recinto fortificado de Braganza (Portugal), en la variante portuguesa del Camino Mozárabe de Santiago – Vía de la Plata

El dirigente jacobeo debe estar en el Camino y en los despachos; si olvida cualquiera de los dos ámbitos, se aleja sin remisión de la realidad peregrina. Aporta tanto una reunión con la Administración Pública, donde siempre se puede ver la luz a un problema (no todos son demonios con rabo…aunque haya que buscarlos con una linterna a plena luz del día), como la visita a un pequeño pueblo de un camino incipiente y/u olvidado que te sorprende con su acogida o su tradición ignorada por el común.

Es la obligación de quienes dirigen asociaciones y federaciones y tienen en sus manos el futuro de estas instituciones y la ilusión de los peregrinos comprometidos, que aun los hay.  

Como un apache al borde del Camino

El Año Santo 2021 se acerca como el “caballo de hierro” por la pradera: imparable, rompiendo con su ruido (o fanfarria, según quien lo escuche…), extraño, o cuanto menos envuelto en múltiples incertidumbres. Invento escondido bajo la carcasa de un jubileo medieval que era gloria para el peregrino, pero que, desde los años 90, parece que tiene la obligación de venir cargado de novedades que, las más veces, poco aportan a lo ya celebrado desde hace ochocientos y pico de años.

Cada año que salgo al Camino, o simplemente cada vez que contrasto opiniones en los foros jacobeos, me veo más como un “apache”, ajeno a la dinámica de los nuevos tiempos, que no comprende muchas actuaciones de unos y de otros y que teme finalmente no encajar en esta nueva civilización “(post)jacobea”.

La maquinaria administrativa pública (civil en la mayoría de los casos, pero también, para mayor escarnio, en muchos también la eclesiástica) afina los eslóganes publicitarios y las actuaciones que puedan salir en la foto, siempre “salvaguardando el Camino y mejorándolo…”…y en ocasiones salen en fotos que no quieren (vean https://twitter.com/camaro_ro/status/1222480935393906688), pero sin miedo siguen adelante.

Todo, en las hábiles manos adecuadas, es susceptible de dejar rédito económico, y el Camino hace tiempo que se ve como “factor de productividad”, lo cual no estaría mal si para ello no se sacrificara tan alegremente su historia, tradición y alma.

No somos malos contra buenos, el mundo esta lleno de gama de grises y en el propio mundo jacobeo, por activa o por pasiva, se contribuye a esta situación de manera más o menos consciente. Los principales valedores y depositarios del legado jacobeo, las Asociaciones, adolecen, como leí a una buena peregrina, de los mismos males que la España deshabitada: de envejecimiento y despoblamiento.

Con los miles de peregrinos que andan las sagradas sirgas anualmente, apenas un puñado se comprometen con el sentir jacobeo más allá vestir sus botas de “quechuagrinos” (dicho esto con todo cariño hacia Decathlon, que nos equipa a todos en mayor o menor medida) y contar su aventura en reuniones de amigos…y el Camino es mucho más que un recorrido andariego: quien no es consciente de ello ha pasado por él sin pena ni gloria. El compromiso con la causa es cada vez menos joven, y los que quedan nos estrujamos la cocorota por saber el “quid”.

Por otro lado ese exceso de tiempo al pie del cañón (creo que factor más influyente que el hecho de la edad elevada…) de los peregrinos que conforman las asociaciones, deviene peligrosamente en la conversión de sus entidades en meros clubs sociales, carentes de beligerancia con los desmanes que azotan al Camino, más que nada por no molestar ni molestarse…salvo honrosas excepciones.

Sin embargo aquí seguimos, porque siguen existiendo peregrinos y gente comprometida, locos enamorados de eso tan intangible a veces como es “lo jacobeo”…y mientras ellos existan habrá esperanza, pero hagamos examen de conciencia y resucitemos ese pellizco que sentimos la primera vez que pisamos el Obradoiro con las botas sucias, u oramos ante la Tumba del Santo con lágrimas en los ojos, quizás cuando vuelva esa luz al alma, su reflejo hará se nutran las filas para seguir luchando por algo tan hermoso como el Camino de Santiago.

Misericordia jacobea

Corría el Año de la Misericordia.

Mientras esperaba en el hall del Hotel, la noche que caía, envuelta en el templado y húmedo ábrego, presagiaba un cambio de tiempo que traía olor a tierra mojada y a la ansiada lluvia. Lo que hubiera dado Michel por aquel prometedor aguacero que se cernía sobre Sevilla apenas un par de meses atrás…la vida misma.

Mientras esperaba a los compañeros que traían desde el aeropuerto a aquella familia de tierras valonas, recordó lo vivido desde aquella tarde plomiza de Septiembre. “La Plata la hizo Santiago para probar al peregrino”, le gustaba pensar, pero aquel año el sempiterno calor sureño alcanzó un punto de no retorno en los termómetros: hacía muchos días que las noches no refrescaban y un calor, como de caldera de viejo barco, convertía el aire casi en mantequilla.

Andar bajo ese sol es temerario, pero el peregrino contadas veces da un paso atrás. Una extraña fuerza se lo impide, la misma que, desde siglos, le guía siempre  hacia el Oeste, hacia la soñada Compostela…y hay un precio a pagar por ello.

Michel era experto, bragado jacobípeta en muchos caminos, templado por el viento y la lluvia de su Bélgica natal, pero ajeno seguramente a las temperaturas que la Sierra Norte y la campiña sevillana podían alcanzar.

El teléfono sonó aquella tarde como una trompeta apocalíptica despertándole en la sombra fresca de una casa cerrada, a cal y canto, como única defensa del mortífero solano:

  • Acaban de avisarnos…ha muerto un peregrino.
  • ¿Dónde?
  • En la subida al Calvario…

…Y el tiempo se paró…tantos recuerdos en ese lugar…

El desconcierto inicial generó prensa “amarilla” a raudales: que si iba solo, que si se la jugó a horas intempestivas, que era germano…

Contactos rápidos y operativos con esos “olivillas” del benemérito cuerpo que guardan nuestros Caminos aclararon circunstancias y sonó un nombre…Michel.  La Asociación de Sevilla se puso manos a la obra y ofreció al consulado belga lo poco o mucho que tenía…su hospitalidad para con la familia.

Fue todo tan rápido que en apenas unas horas la burocracia, en esta ocasión efectiva,  se había puesto en marcha repatriando el cuerpo del caminante sin haber podido hacer nada más por él ni por los suyos.

IMG_20161105_123824

La tradición obliga…el caminante lo lleva en la sangre…el Santo Peregrino debía ser recordado, como mandan los cánones jacobeos…enterrar a los difuntos. Los compañeros fueron unánimes y la Asociación de Sevilla acordó perpetuar su recuerdo en el lugar donde cayó; sin embargo, los intentos de contactar con la familia resultaban infructuosos.

Pero el Santo, poco acostumbrado a estos gestos que se van perdiendo entre el inconsciente colectivo de muchos “andarines” que llegan a Compostela sin haber sido peregrinos siquiera un instante, no podía dejar a uno de sus elegidos así: a punto de desechar el homenaje, les comunicaban que la familia llegaba a Sevilla para asistir en la fecha señalada…adelante, más allá.

Y aquí se encontraba, aguardando, impaciente y tenso por las posibles dificultades con el idioma, y por la incógnita sobre el estado de ánimo de la familia estando tan reciente la pérdida.

Llegaron en silencio: su hermano Jacques, su hijo Benjamín y la pareja de este último, Virginie, y, pasadas las presentaciones, Benjamín fue directamente a la herida, preguntando en un francés cerrado: ¿Cómo murió mi padre?

Le relató lo hechos; como el Santo le puso como compañera casual a una peregrina belga que lo asistió en el terrible momento, que fue rápido y fulminante, y como llegaron a él los equipos forestales. Y, de repente, Benjamín rompió a llorar…era la primera vez que oía como había ocurrido todo.

Sabiéndolos bien atendidos por el siempre hospitalario personal del hotel(…dar posada al peregrino), se retiraron a descansar todos, cuando la lluvia comenzaba a brillar sobre los adoquines de las calles. El día siguiente sería duro… y no solo por el trayecto a recorrer.

La noche fue tormentosa y amenazaba con complicar el día en el que, a petición de los familiares, un grupo de peregrinos que los acompañaban y ellos mismos harían la última etapa de Michel. Al encuentro, en el lugar donde un pequeño monolito lo recordaría, llegarían otros más caminantes, autoridades y el Padre Luis que bendijera el lugar.

Inesperadamente la mañana se tornó casi primaveral y apacible, con un sol amigo que se agradecía. Mientras subía el Calvario por la vertiente del pueblo, meditaba sobre el contraste entre la luminosidad del día, que pintaba de colores la Sierra como en un cuadro impresionista, y lo triste de lo sucedido, y pensó que la muerte de un peregrino en el Camino nunca podría ser oscura y lúgubre, más cuando sucede a pleno día y en una situación intensa de vivencias, como el peregrino gusta y solo él comprende, duras muchas veces, pero siendo su deseo de caminante estar allí y vivir ese momento, libremente elegido…porque el Camino es libertad o no es nada…y el hilo entre el disfrute y el sufrimiento, entre la vida y la muerte, delgado y difuso.

Arribando al lugar, varias docenas de peregrinos aguardaban ya la llegada del grupo que avanzaba desde Castilblanco. La sencilla estela, aun tapada, recordaría su nombre y su gesta jacobea para siempre. Y llegó la familia y el resto de compañeros; hincando la rodilla en tierra, Jacques descubrió el pequeño monolito y, con serenidad increíble, permaneció orando unos segundos. Comprendió, con los allí presentes, que se cerraba el círculo del duelo, que era la despedida negada por aquella tarde inmisericorde de Septiembre…y no hizo falta más. Michel acometió aquella última cuesta hacia el albergue eterno bajo la luz brillante.

Corría el Año de la Misericordia.

IN MEMORIAM de Michel Laurent, fallecido el 4 de septiembre de 2016 en el Camino a Compostela

Michel Laurent

Que veinticinco años son…

IMG_-ns2ba9

Con la distancia todo se ve de otra forma, no sé si más claro o no, pero el tiempo, inexorable tamiz, siempre ayuda a digerir e interpretar todo con más mesura. El año pasado la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Sevilla cumplió veinticinco años de andadura, que se dice pronto.

En la historia jacobea este lapso puede no parecer especialmente consistente, pero en el periodo moderno del fenómeno de las peregrinaciones, que arranca allá por los años 60 del pasado siglo, es un tramo de años suficientemente extenso para significar ya un peso en la historia.

Mucho lo trabajado y logrado, y mucho lo evolucionado desde aquella Nochebuena de 1992 hasta hoy. Nos precedieron auténticos aventureros enamorados de una idea “peregrina” que el tiempo, el polvo de las sendas y el sudor de sus frentes, convirtió en una realidad consolidada a día de hoy.

José Luis Salvador, Ángel de la Asunción, M. Jesús Vega, Rafael Reca…a casi todos he tenido la suerte de conocer y aprender de sus enseñanzas… o más bien de su espíritu…pues, como aprendemos desde que ponemos las botas en la sirga compostelana, es el corazón y no los músculos lo que te lleva a Santiago, en cuerpo y alma.

Todos ellos, y muchos más, rondaban mi cabeza mientras realizaba la ofrenda en el Altar Mayor de la Catedral, allá por agosto del año pasado; los sentía, orgullosos de su labor, en derredor mía, en mi interior… No estaba en el mejor de mis  momentos “jacobeos”, tengo que reconocerlo, pues numerosas piedras en el camino me habían hecho tomar ya entonces la decisión de no continuar en el cargo de secretario después de tantos años. Los sentimientos enfrentados se atemperaron en ese momento tan significativo para nuestra Asociación y dio lugar a una meditación sobre o vivido y lo por vivir que nos llenó a todos.

Consolidación de una Camino Mozárabe a Santiago  por la Vía de la Plata, contra muchas dificultades, mantenerlo, cuidarlo…luchar por él; labor de difusión del espíritu jacobeo en nuestra ciudad “…et orbe”, tradiciones santiaguistas propias que se han consolidado, recreado y mantenido…en el “haber” tenemos la satisfacción de todo eso y mucho más que tuvo como culmen el Premio Elías Valiña en el 2009.

En el “debe” la lucha desigual por recuperar tramos usurpados, la falta de imbricación en la vida socio-cultural de la ciudad para una entidad con un cuarto de siglo, la falta de interlocución con la Archidiócesis…

Mucho queda por hacer, pero muy buena base la que traemos para lograrlo, siempre que no perdamos el norte de que Camino y peregrinos sigan siendo nuestro único “lei motiv”, por encima de cualquier otro interés, siempre abiertas nuestras puertas a la ciudad, y a los jóvenes en especial, y sin perder la esencia de que somos una asociación jacobea por encima de todo. Santiago nos ayude.

 

Hacia S. Andrés de Teixido: Camino del Mar

Se acerca el mes en el que las tinieblas vencen a la luz diurna, del ocaso otoñal que nos recuerda la nostalgia de los que se fueron, y de lo que se fue; del fin de las cosechas, del céltico Samhain banalizado por el consumista halloween…es tiempo de que el peregrino retorne sobre sus pasos al calor del hogar, y los caminos se despejen a la espera de la añorada primavera. Sin embargo, hay un Camino, uno de esos olvidados,  que  en este tiempo acentúa aún más su aura mistérica; camino antiguo, camino del mar, que sirvió en ambos sentidos para llevar peregrinos por las costas norteñas de la Península a Santiago, y para guiarlos hacia un destino tan presentido en el imaginario colectivo, especialmente el gallego, como real y auténtico…

Allá por la Sierra da Capelada, donde pastan los caballos libres, cuentan que las ánimas buscaban puerto para el Más Allá…en Teixido. Es la peregrinación a S. Andrés, una de las más ancestrales de Galicia; ignorada por los foráneos, en Galicia sin embargo goza de gran predicamento…que mejor ir de vivo a conocerlo.

Como uno es precavido, nos adentramos a la aventura en Octubre (que aun el día gana la partida a la noche…), tras muchas investigaciones y la inestimable ayuda del historiador Andrés Pena y del Club de Montaña de El Ferrol. El largo viaje hacia el norte nos llevó a uno de los muchos puntos de partida que todo camino tiene, pero único por tanta belleza, historia y leyendas que lo colmatan: la península de Sª Comba. Aislada con los temporales y mareas altas, la pequeña ermita encierra los conciliábulos y tradiciones de las esencias gallegas. La paz de la caída de la tarde y el batir de olas en su promontorio rocoso tenían algo hipnótico, como si en el aire se palpara el poso de los siglos.

Ligeramente ascendente desde la costa, el Camino caracoleaba entre pequeños  asentamientos urbanos y bosques de repoblación en su mayoría, fruto de un medio domado por el hombre, hasta llegar a la fabril ciudad de El Ferrol. Con la noche llegaron las nubes que anunciaban temporal, pero al amanecer el sol rompió en el horizonte con fuerza. Hasta llegar a S. Martiño de Xubia el transitar por la ciudad parecía más bien un intento de fuga de ese exceso de civilización que son las ciudades industriales, pero a la vista del monasterio y del primer cruceiro la visión del camino se fue “humanizando”. Por fin el primer pez de S. Andrés marca la sirga.

Desde aquí parte también el hermano, y bastante ignorado por las masas ávidas de “compostelas”, Camino Ingles. Durante unos cientos de metros ambos trazados comparten recorrido, hasta que la brújula los obliga a tomar direcciones divergentes. El Molino de mareas de Aceas, como un gigante varado, marca la frontera entre el mar y la montaña, dando paso a tupidos bosques de helechos y eucaliptos que engullen al caminante y, en ocasiones, hasta la luz del sol. Tengo que recordar forzosamente aquí el trabajo denodado de los montañeros de Ferrol por mantener abiertos y señalizados los caminos naturales hacia Teixido…sin ellos habríamos vagado por arcenes de carretera más de lo debido.

P1170855

La mañana avanza y el bosque se cierra con helechales que superan la altura de un hombre, caminando por trincheras de tierra, cuajadas de setas de todo tipo y arbustos coloridos que veíamos por primera vez. Llegando a Aldea Nova los horizontes se despejan y la senda comienza a ascender lenta pero inexorablemente hacia los espesos montes. Las castañas decoran los senderos dando la sensación de que se van a poner a caminar con nosotros de un momento a otro. Los “andresiños”, y algún solitario cruceiro, nos refieren que avanzamos por el Camino correcto cuando este comienza a descender hasta As Forcadas. Los km se acumulan y ya la tarde comienza a languidecer cuando, entre los árboles, se vislumbra la Capela da Fame: la vetusta puerta de madera antigua deja ver por hendiduras y cerraduras los “maios” recientes que alejan a los malos espíritus que, según las consejas de viejas a la luz de la hoguera, habitan estos lares desde tiempo inmemorial.

Y ya fronteriza la noche (que no es seguro andar por estos caminos con ella acechando y a saber que horrores nocturnos de la mitología galaica…) arribamos a O Porto do Cabo: las crónicas cuentan que en esta aldea confluían todos los caminos hacia Teixido para hacerse uno solo. La Casa do Morcego, hogar más que alojamiento por el trato de Antonia y José, nos cobija y da calor ante negros nubarrones que cierran el cielo.

En la noche caen torrentes y la meteorología aconseja quedarse en cama calentito, pero hay que seguir.  Cruzando de mañana el medieval puente que salva el rio, comienza una lluvia fina que se convertirá en tempestad mientras subimos la dura Cuesta de Aro. Llegando a la cima, el día se serena dejándonos trastocados, como un boxeador tras la pelea; algún perro, medio lobo, se nos cruza con la misma cara de asombro que nosotros, sorprendido por la fuerza de la Naturaleza. El sol, tímido al principio, saldrá lo suficiente entre las nubes paraqué el resto del Camino sea brillante entre los helechales mojados y los bosquetes resplandecientes.

Vamos avanzando por la Serra da Capelada, siempre ascendiendo, mientras muros de verde cerrado nos doblan la altura y ocultan el horizonte; el sol acompaña y las innumerables y diferentes setas, arbustos de todo tipo entre los gigantescos y cerrados eucaliptos, dan un aire de bosque de hadas.

Escarabajos de colores brillantes que parecen gemas, casi irreales, nos recuerdan las almas que van penando hacia el Santuario, y, al dejar al Oeste Cedeira, el aire del mar cercano que parece oscurecer los bosques dándoles un verde casi negro, nos anuncia la cercanía del lugar.

20151004_181702

La coqueta ermita de S. Roque de Reboredo nos ofrece su prado romero donde descansar un poco. Una manada de cerdos salvajes, cruzados con jabalíes de la zona, hace retumbar el aire mientras corren por las laderas de los últimos montes cuando, entre la espesura, comienzan a surgir ancestrales milladoiros de miles de piedras, testigos de un culto antiguo que se enreda entre lo pagano y lo cristiano. Ponemos la nuestra cumpliendo con el cometido de acortar el Camino a algún difunto que no vino en vida cuando asoman los rompientes de los acantilados: manadas de caballos salvajes campan a sus anchas por ellos, y nos atrevemos al vértigo de  una bajada hasta la minúscula, en la lejanía de una costa indómita, aldea de S. Andrés.

La satisfacción es enorme, y el descenso se disfruta por una alfombra natural de hierba y musgo, jalonado de cruceros y señales del Camino. La tarde declina cuando entramos en la pequeña Iglesia de aires marineros: S. Andrés, con decenas de exvotos a sus pies, ofrece una imagen de otro tiempo…a él nos encomendamos y agradecemos otra peregrinación cumplida. Las calles populosas del fin de semana, pronto se despoblarán, pues una ancestral tradición aconseja no pasar la noche allí, para no ser confundido con las almas viajeras.

Conseguidos los “sanadresiños” y  la “herba de namorar”, el bueno de José nos recoge para regresar a dormir a O Porto do Cabo. Ya allí, con la noche empezando a caer, paseando por la derruida y abandonada Casa Bastona, hospedería de peregrinos del siglo XV, reflexionamos sobre la riqueza de nuestra tierra en cultura, historia, y buena gente, y el desinterés que, las más de las veces, las arrincona, como estos muros que cobijo dieron a tanto peregrino.

No lo olvidéis, una pena os atenazará al cruzar la Estigia del final de los días si no vais allí ahora que podéis…y, miedos a parte, una experiencia maravillosa de vida y de peregrinaje nos espera en ese otro fin de la tierra…mejor de vivos, y que nos quiten lo bailao. Buen Camino.

(Publicado en el Nº 174 de la Revista Peregrino de Diciembre de 2017)

Sólo quiero caminar…

No corren buenos tiempos para el Camino de Santiago, no nos engañemos. Los que llevamos algunos años en esto, y le tenemos cierto aprecio y sentimos su espíritu aunque no sepamos aun, como el amor verdadero, comprenderlo, sabemos que las cifras que tanto gustan a las Administraciones Públicas y cabeceras de las noticias no son sinónimo de peregrinos predispuestos a la magia de la senda jacobea, a aprenden y sentir, a disfrutarlo como un buen café en invierno…sorbo a sorbo y sin prisas.

El turismo gana la partida sobre la cultura y la espiritualidad, poco a poco, con la connivencia o pasividad de muchos que presumen de defenderlo…hay que conseguir que cada año las cifras vayan a más…es lo único que responde al sentido del «éxito» de nuestra sociedad de consumo palomitero, de mercaderes en el templo.

Llegaba un familiar este fin de semana a Compostela, al que había «preparado» transmitiéndole los pocos o muchos conocimientos jacobeos, mi sentir por el Camino, y le llamaba la atención las colas para abrazar al Santo, y la soledad de la cripta…muy sintomático todo. Se «inventan» (literalmente) nuevos caminos para satisfacer el hambre atávico de desarrollo económico de esta tierra nuestra, y se ignoran o ponen zancadillas a quienes luchan por recuperar lo perdido, y no digamos por mantener lo que hay, cada día más «desgastado».

Soplan vientos turbios que nublan el horizonte de los peregrinos…porque sigue habiéndolos a pesar de todo, en las sirgas más recónditas y en medio de las mareas de turistas…los reconoces por la mirada limpia, el respeto y generosidad, la calma y la expectación ante lo que ve y siente…son quizás los últimos apaches viendo llegar el ferrocarril, pero guerreros al fin y al cabo, que se resistirán con uñas y dientes. Y su ejemplo perdurará mientras Santiago quiera y hará resurgir, como el grano de esa paja impostada por vendedores de humo que hoy se enseñorean, el Camino siempre. Porque lo que se nace por moda tiene siempre los días contados, pasa como el viento, pero la peregrinación tiene mil doscientos años…no creo que sea por moda.

IMG_20160305_120942

ASOCIACION AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO Y JUBILAR LEBANIEGO

Asociación creada con el objeto de recuperar el Camino Real Histórico por la costa de Cantabria a Santiago y Santo Toribio (Camino Lebaniego)

El Aquelarre

Escritos heterodoxos y Reflexiones heréticas desde lo profundo del Bosque Oscuro

Pilgrimage In Medieval Ireland

pilgrim roads, rituals & destinations

El Arco de Odiseo

Divulgación histórica y arqueológica del Mediterráneo antiguo

Franciscanos ofm Santiago

Provincia franciscana de Santiago. Actualidad y Presencia en el Noroeste de la Península. Fraydino@gmail.com

Al-Andalus y la Historia

Revista de divulgación histórica

Camino de vuelta

José Antonio de la Riera

Albergue Santa María de Fuenterroble de Salvatierra

Casa Parroquial, hogar de acogida y albergue de peregrinos

Blog oficial del Ejército de Tierra de España

Blog oficial del Ejército de Tierra

Berenguela JoyasdelCamino®

Artesanía del Camino de Santiago de Compostela. The Way of Saint James Crafts

Cristina Colmena

Writer and Playwright

La túnica de Neso

Departamento de Latín IES La Senda Quart de Poblet

ecleSALia informativo

20 AÑOS de servicio informativo (ISSN: 1579-6345)

Tradición Jacobea

Un espacio WordPress.com para el peregrino jacobeo

El Camino de Jesús Palacios

Es una pena que en la vida no haya flechas amarillas... @JesusPalaciosG www.elcaminodejp.es

En los Reinos de Tartaria

Hic sunt dracones

ASOCIACION AMIGOS DEL CAMINO DE SANTIAGO Y JUBILAR LEBANIEGO

Asociación creada con el objeto de recuperar el Camino Real Histórico por la costa de Cantabria a Santiago y Santo Toribio (Camino Lebaniego)

El Aquelarre

Escritos heterodoxos y Reflexiones heréticas desde lo profundo del Bosque Oscuro

Pilgrimage In Medieval Ireland

pilgrim roads, rituals & destinations

El Arco de Odiseo

Divulgación histórica y arqueológica del Mediterráneo antiguo

Franciscanos ofm Santiago

Provincia franciscana de Santiago. Actualidad y Presencia en el Noroeste de la Península. Fraydino@gmail.com

Al-Andalus y la Historia

Revista de divulgación histórica

Camino de vuelta

José Antonio de la Riera

Albergue Santa María de Fuenterroble de Salvatierra

Casa Parroquial, hogar de acogida y albergue de peregrinos

Blog oficial del Ejército de Tierra de España

Blog oficial del Ejército de Tierra

Berenguela JoyasdelCamino®

Artesanía del Camino de Santiago de Compostela. The Way of Saint James Crafts

Cristina Colmena

Writer and Playwright

La túnica de Neso

Departamento de Latín IES La Senda Quart de Poblet

ecleSALia informativo

20 AÑOS de servicio informativo (ISSN: 1579-6345)

Tradición Jacobea

Un espacio WordPress.com para el peregrino jacobeo

El Camino de Jesús Palacios

Es una pena que en la vida no haya flechas amarillas... @JesusPalaciosG www.elcaminodejp.es

En los Reinos de Tartaria

Hic sunt dracones