Archivos Mensuales: abril 2020
Cabeza de Extremadura
Ahora que nos toca volver a nuestras olvidadas soledades como tributo al tiempo que nos ha tocado vivir, vuelvo atrás la mirada a un rincón espléndido de nuestra España “vaciada” …que, quien nos lo iba a decir, puede que sea la envidia en estos momentos.
Los encuentros jacobeos son de lo más enriquecedor que se puede vivir: compartir cultura, gastronomía, pasión por el Camino que nos une…ese nos hace ricos, no los billetes en el bolsillo.
Que cierto es que Castilla va por un lado y León por otro; unidos en una demarcación política autonómica, queda claro cuando las recorres que la Historia es la Historia y pesa mucho, y fragua sus personalidades propias, no comprendidas por la mayoría de los políticos actuales, que inventan artificiosos sistemas y falsas “identidades históricas” …pero ese es otro tema.

Hace ya dos años casi…y seiscientas y pico de noches, pero fue un viaje de lo más variado. Las tierras cidianas se abren en amplitud, sin prisas, sin límites…leyendas tangibles que nos dejaron los relatos se enseñorean en los muros de sus castillos que resisten el paso del tiempo y el olvido del hombre.
Así nos recibía Castilla, a las puertas de Soria. La ciudad, pequeña y familiar, con aromas de Machado por cada esquina, nos mostraba la curva del Duero, asentadero de ermitas y monasterios con ecos becquerianos. A la mañana siguiente, de San Onofre a San Juan de Duero, el espíritu del alma tranquila se apodera del caminante…y fiesta, risas con los amigos, buena comida en cada taberna…sus torreznos…cosas en apariencia frugales, que hoy son oro molido.
La tarde nos deparaba la visita más épica al solar numantino: se pisa tierra de héroes, donde se aprende el valor de lo propio y el valor. La historia merece una página más que principal, ajena a manipulaciones interesadas (en especial las políticas…): cuando pocos se enfrentan a muchos, eso gusta a los Dioses.

La despedida fue en el Burgo de Osma, ciudad que reposa sobre la riqueza de un legado histórico de cultura y monumentalidad que le da la serenidad de una dama noble que ha vivido una vida placentera. Tras el almuerzo la despedida, pero aun restó tiempo para la última visita legendaria…Calatañazor. Tambores de Almanzor aparte, la población es un nido de águila anclado en el tiempo, con todo el regusto medieval que la hace adorable para los frikis de la Historia.
Y no quedaban ahí los disfrutes. De regreso, en las profundidades del territorio burgalés, donde el Arlanza riega sus campos, duerme una princesa nórdica, roto el amor que hasta aquí la trajo, pero vivo en la memoria del pueblo y de sus nórdicos compatriotas que hasta su tumba peregrinan. Covarrubias también “engancha” a todos los niveles, sobretodo por su tranquilidad y belleza; el Monasterio de S. Pedro cerrado en eternas obras por entonces, nos desvía a uno de esos encuentros casuales, que suelen resultar los mejores. En Quintanilla del Agua se esconde una joya de la cerámica como nunca habíamos visto: Territorio Arlanza. Felix Yañez reina entre sus casas de cerámica y su creatividad arrolladora: un artesano de los sueños imposibles.
Noche entre bodegas de buen vino, como la tierra cría, y ya de regreso al Sur una última parada en Silos. Su ciprés encierra todos los silencios del mundo, y cada tramo del claustro es una lección de arte y teología, de sabiduría antigua e historia. Cálidas piedras cargadas de fuerza, que contrastan con la frialdad de la iglesia de la Abadía benedictina, pero una visita de la que se aprende más que en muchos libros. Tierras duras pero cálidas en su acogida, frontera del “extremo más duro” durante siglos, pero permeable al cruce de culturas como pocas. La España vaciada de gentes, pero también de prisas y de superficialidad, más auténtica más profunda…a valorar ahora más que nunca…otra vida es posible.