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Peregrinando por la Ciudad Eterna

Cuando las fronteras estaban abiertas sin mayores problemas, y la Vía Francígena (hoy una realidad plena de señalización y acogida) era aún una senda histórica en vías de resurrección, en nuestra Asociación de peregrinos de Sevilla surgió la idea de engarzar un nuevo destino de peregrinos en nuestro “haber”: Roma.

Faltando a la tradición «jacobípeta», allá nos embarcamos de madrugada en un avión, pero el Santo (o quizás su compañero San Pedro) nos quiso hacer ver que el camino, aun con medios modernos, siempre tiene sus riesgos, y allá tuvimos que atravesar tormentas   sobre el Mediterráneo que nos impidieron dormir, y nos garantizaron algún que otro coscorrón con las turbulencias: moraleja peregrina… la próxima vez, andando.

Puerta Santa (Roma)

La noche, con el cansancio de las horas en duermevela, parecía interminable cuando aterrizamos en Fiumicino, y apenas unas horas después de alojarnos ya íbamos hacía San Pedro con las luces del amanecer perezosas en el horizonte. La Basílica parecía rebajarse en su inmensidad ante la soledad que, a esas horas, reinaba en sus naves: todo un privilegio mientras nos adentrábamos en la cripta para celebrar misa en una de sus recoletas capillas. Misa íntima y cargada de sensaciones. Al salir, el sol se desparramaba ya por los mármoles del atrio jugando con los colores: Roma esperaba.

Vivimos el bullir de vida y gentes entre la Fontana de Trevi y Piazza Navona, que parecían hace meses un recuerdo de un sueño antiguo y hoy vuelve como los ciclos en la vida. Atravesando con “añorada” dificultad sus calles, visita principal al Panteón de Agripa (que en Sevilla se reprodujo para ser Casa del Señor de la Ciudad…): la oscuridad exterior, atravesando sus inamovibles puertas de bronce, se convierte en luz, bella inmensidad, y ese contraste tan natural de ver los últimos vestigios de las lluvias de días pasados que se filtran por el ojo abierto de su cúpula alfombrando sus baldosas de gastada piedra, te transporta a tiempos más antiguos, cuando la armonía entre el hombre y la Naturaleza eran más plena: lugar repleto de esa belleza telúrica que el peregrino siente en las sienes en aquellos sitios “escogidos” por la historia y la tradición.

Monumento a San Francisco (Asís)

Tras el almuerzo, las atestadas (en demasía…) galerías de los Museos Vaticanos, nos aguardan convertidos en una inmensa cornucopia de obras de arte de todos los tiempos que la mente y la vista son incapaces de abarcar e incluso de digerir. Agotados de hermosura regresamos a nuestra residencia en “Santa María del Reposo”, donde, casualidades, descansaban los peregrinos al divisar desde allí, por primera vez, Roma. La noche romana puede esperar…no así la agradable cena donde nos llevamos la sorpresa de unos pases “vips” para poder estar cerca del Pontífice al día siguiente.

La mañana aún no ha encajado entre los fríos del Lacio cuando nos dirigimos hacia la Audiencia Papal, tantas veces vista por la televisión y sin embargo tan distinta cuando la experimentas en carne propia. Hay que coger buen sitio para el grupo, mientras los afortunados con la “pase verde” accedemos hasta la explanada donde se sitúa la silla del Papa: indudable privilegio pero que aumenta los nervios hasta extremos agobiantes…el regalo para Su Santidad hemos olvidado dedicarlo, pero, afortunadamente los siempre corteses agentes de seguridad se dan cuenta de ello y nos lo hacen ver en el último minuto…cosas de novatos.

Iglesia de Santa Maria sopra Minerva (Asís)

El Papa Francisco parece más frágil en las distancias cortas; el peso del cargo se trasluce en sus ademanes y movimientos, y, sin embargo, su eterna sonrisa, y esa luz que refleja su figura, suavizan cualquier tensión o preocupación a su alrededor e infunde un sentimiento de alegría irreprimible. Bonito recuerdo el que nos llevamos, aunque no podamos entregarle el presente en mano; con posterioridad, en la Navidad, una felicitación de la Santa Sede, que incluye un agradecimiento por el presente, llegará a nuestra sede social para nuestra tranquilidad y regocijo.

La tarde nos llevará a orillas del Tíber, a conocer el Coliseo y el Foro y, gracias a despistes propios de este tipo de viajes, nos ofrecerá una tarde libre para algunos, que nos dará la oportunidad de recorrer Roma, aparentemente sin rumbo, y conocer “rincones” como San Pietro in Vincoli, donde sedente nos espera el Moisés de Miguel Angel, o el Éxtasis de Santa Teresa, en Santa María de la Victoria. Y es que perderse en Roma nunca es un problema.

Santiago de los Españoles (Roma)

El nuevo día nos lleva a las sedes eclesiásticas más antiguas de la ciudad. Pasamos por Santa María la Maggiore, que guarda la reliquia de la cuna de Jesucristo; ante San Juan de Letrán contemplamos la primera casa de los Papas, con la Scala Santa, principal centro de devoción de los peregrinos medievales. La Basílica “madre y cabeza de todas las iglesias” es un trasunto de la compostelana: su Puerta Santa, cerrada salvo en años jubilares, esconde, entre otras, la imagen de Santiago Apóstol. Con la visita a San Pablo Extramuros, trasponemos los limes de la Ciudad Eterna y conocemos las impresionantes catacumbas de San Calixto, apurando una tarde que precede a un viaje al corazón peregrino de Umbría: Asís.

La ciudad eternamente ligada a San Francisco era, por mérito propio, centro de peregrinación ya en vida del Poverello. La llanura que la precede hace aún más imponente la llegada a la amurallada ciudad, previa visita a la Porciúncula, cobijada en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. La cuidada urbe, patrimonio de la humanidad, tiene para nosotros un aire familiar “compostelano” en cuanto vemos por sus calles a peregrinos que, con su mochila a la espalda, nos traen recuerdos queridos. Llegamos a la Iglesia de Santa Clara, aquella entre cuyas ruinas San Francisco escuchó la voz que le pedía ayuda ante el abandonado Cristo de San Damián.

Regalo papal

Avanzando por las callejas de Asís, contemplando antiguos hospitales de peregrinos y el viejo templo de Minerva convertido en iglesia, llegamos hasta la Basílica franciscana, donde entregamos un presente que deja constancia de nuestra visita. Las pinturas de Giotto que decoran casi cada centímetro del recinto, contrastan con la sobriedad de la tumba del Santo, apenas un bloque de piedra negra, como corresponde a su espíritu ascético, pero que irradia una fuerza que todos percibimos. Nos despedimos de Asís por la Puerta de San Pedro ante el largo camino de vuelta a Roma.

Aunque solo sea unos kms, no podemos irnos sin recorrer algunos tramos de la Via Francigena, aquella que traía, a través de los Alpes, a los romeros que acudían a venerar la tumba de San Pedro, y que seguía hasta Brindisi, puerto para los que continuaban su peregrinación hasta Tierra Santa. La última etapa entre Castel Gandolfo y Roma es lo más próximo que, dentro de la apretura de horarios, podemos pisar de la mítica Vía que transitaron comerciantes, cruzados y devotos caminantes. Castel Gandolfo, la residencia de verano del Papa, hasta que S. S. Francisco la donó a la ciudad, se alza en un balcón rocoso ante el lago Albano; la tarde declina sobre sus aguas dejando colores increíbles ante la vista de estos cansados caminantes. El viaje va tocando a su fin.

La mañana libre del último día, se convierte en una incesante gymkana por conseguir cada uno aprehender los rincones más íntimos de nuestro imaginario personal de esta ciudad inabarcable. El “inconsciente colectivo peregrino” coincide en un punto común: la Iglesia de Santiago de los Españoles…por más que le quieran cambiar el nombre, el templo, mandado construir por uno de los hijos de Fernando III El Santo, estuvo rodeado de los hospitales de peregrinos que acogían a los españoles que arribaban a la ciudad y mantiene la impronta de nuestras señas de identidad. La renacentista efigie de Santiago Apóstol, joven y con esos rasgos propios de la belleza clásica, nos despide de la Ciudad del Tiber …las monedas arrojadas a la Fontana nos harán regresar sin duda…igual hasta con botas y mochila.

PUBLICADO EN LA REVISTA PEREGRINO Nº 205- FEBRERO 2023

Liébana, última Thule

Las reliquias de la cruz, donde se cree sufrió tormento aquel buen Rabí de Galilea, acaso sean el motivo más antiguo, en la religión cristiana, por el que los peregrinos emprendían su camino. Es este el vestigio más cercano y difundido de un objeto que estuviera en contacto con la divinidad, y el más antiguo del mundo cristiano: la advocación de la Vera Cruz, suele ser la Titular de las primeras congregaciones de fieles, cofrades o devotos, que aparece en las poblaciones del común cultural que forman el arco mediterráneo. Probablemente el mercadeo de reliquias en tiempos pasados invalidó, o cuestionó al menos, la mayoría de ellas, pues, de juntarse, a más de una le pasaría como con los huesos de cierto Santo que, mandados traer a Roma, llenaron tres carros.

Pero ello no debe hacernos pensar que toda reliquia es susceptible de manipulación más o menos interesada a manos de los hombres: cierto es que son escasas, pero algunas hay que se veneran en base a un devenir de siglos recogido en crónicas y escritos con bastante exactitud y que, sometidas incluso a pruebas científicas, cuanto menos aportan datos que nos hacen pensar si no estamos realmente ante un objeto cierto de veneración, como custodian con mimo y celo tantos monasterios e iglesias del orbe cristiano.

Conocido es que Jerusalén, Roma y Santiago son los tres vórtices de peregrinación, custodios de los más importantes vestigios de los Apóstoles y de Jesucristo, y que gozan periódicamente de Año Jubilar (a los que se ha unido más recientemente Caravaca de la Cruz); pero pasa un poco desapercibido un quinto lugar, escondido entre las montañas cántabras y cargado de una historia y una naturaleza apasionantes.

Siete Sellos (Centro de Interpretación Beato Liebana – Potes)

Corría el 2017, Año Jubilar por aquellas tierras, cuando nos encaminamos hacia allí. Cuentan las crónicas que, ante el avance musulmán en la península, entre las muchas reliquias que buscaron cobijo en territorio cristiano estaba este Sagrado Leño que Santo Toribio había traído de Tierra Santa, perteneciente a uno de los brazos de la Cruz, y que las dataciones científicas aseguran es del siglo I A.C. y de una especie de madera de ciprés autóctona de Palestina.

Fijamos el punto de partida en San Vicente de la Barquera, arracimada en su espolón de tierra y rodeada por el siempre rugiente Cantábrico, que nos dio la bienvenida en una tarde plomiza de Octubre. Peregrinos norteños se mezclaban con los “cruceños” que partiríamos a la mañana siguiente, cobijados todos en el albergue cercano al antiguo hospital de peregrinos de La Concepción. De mañana todos se despedían hacia Compostela salvo un joven espigado francés, Quentin, que haciendo gala de un exquisito trato nos acompañó hasta la salida de la población.

La primera etapa se presentó exigente desde el inicio, pero el exceso de asfalto, suplido por impresionantes paisajes, no nos hizo desistir de continuar por el camino histórico tradicional, desechando la senda del Nansa (invento moderno de autoridades poco interesadas en lo auténtico, y más propia para senderistas que para peregrinos…), continuando hacia la Ferrería de Cades para acceder al impresionante Valle de Lamasón. Con el calor impertinente de aquel Octubre, convertido en verano por este cambio climático que nos azota, llegamos a Sobrelapeña al caer la tarde, con la mole vigía de Santa María dominando el término.

La mañana trajo algo de lluvia y viento fresco de las montañas, que serenó el ambiente mientras nos encaminábamos hacia La Fuente y su preciosa (y cerrada en pleno Año Santo…) Iglesia de Santa Juliana. Una senda ascendente nos conduce al Collado de Hoz mientras el cielo amenazaba tormenta. Dura la subida con un paisaje digno de un cuadro el que iba quedando a nuestras espaldas. Y en lo más alto, una pequeña cabaña muestra en su puerta a Rosa, una anciana que trabaja cuencos y utensilios de cocina con sus propias manos y una oxidada navaja: el peregrino, reacio a cargar con cualquier cosa que le aporte peso, no se puede resistir sin embargo ante su dedicación, a comprarle algo y echar unos minutos de charla sobre lo divino y lo humano, obteniendo además como recompensa un buen puñado de nueces…es la intrahistoria del Camino que podemos encontrarnos si abrimos los sentidos y encerramos las prisas en un cajón.

Se suceden los valles y collados de esta “Ultima Thule” que es Liébana: el camino ahonda en simas históricas, que fueron reductos de familias godas e hispanas que se refugiaron allí del ímpetu del Al Andalus dominante. Pero el paraíso también hoy está amenazado: en medio del bosque de acebos que rodea nuestra senda, surge el humo de una quema de rastrojos que se descontrola por momentos antes de bajar a Cicera.

Tapa de la tumba de Santo Toribio – Monasterio de S. Toribio de Liebana

Aquí las montañas se cierran como gigantes que custodian el Desfiladero de La Hermida y dejan entrever con dificultad los pasos de montaña que nos acercan al “sancta sanctórum” del valle. Elegimos el Camino Real que sube hacia el Canal de Francos; equivoco nombre el de “canal” pues lejos de ser llano y “navegable” se convierte en una subida de siete kilómetros que tardamos tres horas en hacer, atravesando por la Braña de Beres densos bosques donde vuelve a habitar incluso algún oso pardo. La luz declinante comienza a atravesar ya con dificultad el techo de hojas de los bosques cuando, a media tarde, terminamos la subida en el Collado de Arcedón, y aparece a nuestros pies Lebeña.

La parada aquí es obligatoria. El orgulloso pueblo atesora un transcurrir singular a través de los siglos, y dos tesoros engarzados: su Iglesia de Santa María, con su Virgen de la Buena Leche, y M ª Luisa, su guía y cuidadora. La belleza mozárabe del edificio, con su sorprendente campanario moderno, y que sin embargo parece labrado por alarifes alto-medievales, se envuelve en la seda de los relatos de druidas y monjes que habitaron esos lares y que brotan del corazón de M Luisa, avezada narradora…de esas que hacen que no mires el reloj.

En el exterior, un olivo milenario y un pequeño y joven tejo (esqueje de la pareja de aquel, destruido por un rayo), recuerdan la historia de dos mundos equidistantes que se unieron en una bella historia de amor allá por el siglo XI.

El “edén” de Lebeña solo tiene una espina, y es el hecho de que alojarse allí es tarea difícil; por suerte Luis, casi el único taxista del valle, nos saca del atolladero y nos lleva a pasar la noche a Tama, al Corcal de Liébana donde Adolfo ejerce la hospitalidad. No, no es un albergue, pero la acogida no puede ser más hospitalaria, con todo detalle para dos cansados caminantes. De amanecida, retornamos a las puertas de Santa María para continuar.

El rio Deva, con el frescor de sus aguas, nos alivia temprano del sofoco de la subida hasta Allende. Dejando atrás la localidad por su primitiva ermita que, mimetizada con la montaña, atravesamos, casi sin darnos cuenta, por encima de su techo, adentrándonos en un estrecho y tupido valle surcado por el arroyo Cobejo que nos sirve casi de único guía, pues el follaje se cierra sobre nosotros ocultando cualquier referencia en el horizonte.

Rusticas pasarelas de madera nos sacan poco a poco a la luz de antiguos castañares que nos dejan entrever Cabañes, con sus casitas resbalando por la ladera. A partir de aquí, el descenso será prolongado hasta la ermita de San Francisco, ya en el término de Potes. Las huellas de la “civilización” se acentúan hasta hacernos entrar en la Villa de los Puentes y las Torres.

Potes bien merece una visita sosegada de aquellos que saben valorar las grandes historias que se ocultan tras lo aparentemente pequeño, así que hacemos noche allí para acometer a la mañana siguiente la subida a Santo Toribio. Atravesamos con las primeras luces el Puente de San Cayetano, donde confluían todos los caminos de peregrinos para hacerse uno sólo hasta el Lignum Crucis. Antiguas ermitas, como San Juan de la Casería, se desperdigan por todos lados, hasta que, a la vista del albergue de peregrinos del Monasterio, vemos llegar nuestra meta.

Los sobrios sillares del cenobio muestran abierta la Puerta Santa en esos días, por la que el peregrino, emocionado aun por la llegada, se adentra en la iglesia: la Fraternidad Franciscana guarda ahora la tumba de Santo Toribio, con su tapa desvencijada por los continuos “recuerdos” que los caminantes arrancaban en forma de lasca de madera, y la Capilla del Lignum Crucis, que, a la hora del oficio divino, es mostrado cada día de este Año Santo a los peregrinos, y besamos con humildad, quizás con incertidumbre, quizás con devoción. Misa tranquila, con la iglesia llena pero sin apreturas, que nos permite ver, gracias a las inconfundibles mochilas (a las que aquí, afortunadamente, se les permite la entrada como elemento bendecido del peregrino que es…), a los compañeros de camino; sorprendentemente muchos de los que partimos de San Vicente confluimos allí, como el “caballero francés” de Quentin: a la hora de la Paz, los abrazos entre nosotros no pueden ser más sinceros.

Para orgullo de “patria chica” queda el dato de que son los peregrinos sevillanos los más numerosos ese año: no por nada en Sevilla también tenemos “lignum crucis” custodiado por la Hermandad más antigua de la ciudad, la Vera-Cruz.

Las montañas, como los Siete Sellos bíblicos, cierran Liébana y parecen protegerla de ese “apocalipsis” con el que las masas y el consumismo amenazan nuestros caminos. Beato guardó vigilia una Nochebuena esperando al Anticristo…tampoco es para ponerse así, pero no nos durmamos esperando que la salvación de las sirgas de peregrinación venga, al sonido de Siete Trompetas, de la mano de alguna fuerza divina: la preservación de este tesoro y su puesta en valor está en el alma y el cariño de cada peregrino…tan fácil y tan difícil. Buen Camino

Llegando a Lebeña

(Artículo publicado en la Revista Peregrino nº 201-202, con el título «De Camino a Santo Toribio de Liebana»)

Cabeza de Extremadura

Ahora que nos toca volver a nuestras olvidadas soledades como tributo al tiempo que nos ha tocado vivir, vuelvo atrás la mirada a un rincón espléndido de nuestra España “vaciada” …que, quien nos lo iba a decir, puede que sea la envidia en estos momentos.

Los encuentros jacobeos son de lo más enriquecedor que se puede vivir: compartir cultura, gastronomía, pasión por el Camino que nos une…ese nos hace ricos, no los billetes en el bolsillo.

Que cierto es que Castilla va por un lado y León por otro; unidos en una demarcación política autonómica, queda claro cuando las recorres que la Historia es la Historia y pesa mucho, y fragua sus personalidades propias, no comprendidas por la mayoría de los políticos actuales, que inventan artificiosos sistemas y falsas “identidades históricas” …pero ese es otro tema.

Capitel Monasterio San Juan de Duero (Soria)

Hace ya dos años casi…y seiscientas y pico de noches, pero fue un viaje de lo más variado. Las tierras cidianas se abren en amplitud, sin prisas, sin límites…leyendas tangibles que nos dejaron los relatos se enseñorean en los muros de sus castillos que resisten el paso del tiempo y el olvido del hombre.

Así nos recibía Castilla, a las puertas de Soria. La ciudad, pequeña y familiar, con aromas de Machado por cada esquina, nos mostraba la curva del Duero, asentadero de ermitas y monasterios con ecos becquerianos. A la mañana siguiente, de San Onofre a San Juan de Duero, el espíritu del alma tranquila se apodera del caminante…y fiesta, risas con los amigos, buena comida en cada taberna…sus torreznos…cosas en apariencia frugales, que hoy son oro molido.

La tarde nos deparaba la visita más épica al solar numantino: se pisa tierra de héroes, donde se aprende el valor de lo propio y el valor. La historia merece una página más que principal, ajena a manipulaciones interesadas (en especial las políticas…): cuando pocos se enfrentan a muchos, eso gusta a los Dioses.

Casa de Calatañazor (Soria)

La despedida fue en el Burgo de Osma, ciudad que reposa sobre la riqueza de un legado histórico de cultura y monumentalidad que le da la serenidad de una dama noble que ha vivido una vida placentera. Tras el almuerzo la despedida, pero aun restó tiempo para la última visita legendaria…Calatañazor. Tambores de Almanzor aparte, la población es un nido de águila anclado en el tiempo, con todo el regusto medieval que la hace adorable para los frikis de la Historia.

Y no quedaban ahí los disfrutes. De regreso, en las profundidades del territorio burgalés, donde el Arlanza riega sus campos, duerme una princesa nórdica, roto el amor que hasta aquí la trajo, pero vivo en la memoria del pueblo y de sus nórdicos compatriotas que hasta su tumba peregrinan. Covarrubias también “engancha” a todos los niveles, sobretodo por su tranquilidad y belleza; el Monasterio de S. Pedro cerrado en eternas obras por entonces, nos desvía a uno de esos encuentros casuales, que suelen resultar los mejores. En Quintanilla del Agua se esconde una joya de la cerámica como nunca habíamos visto: Territorio Arlanza. Felix Yañez reina entre sus casas de cerámica y su creatividad arrolladora: un artesano de los sueños imposibles.

Noche entre bodegas de buen vino, como la tierra cría, y ya de regreso al Sur una última parada en Silos. Su ciprés encierra todos los silencios del mundo, y cada tramo del claustro es una lección de arte y teología, de sabiduría antigua e historia. Cálidas piedras cargadas de fuerza, que contrastan con la frialdad de la iglesia de la Abadía benedictina, pero una visita de la que se aprende más que en muchos libros. Tierras duras pero cálidas en su acogida, frontera del “extremo más duro” durante siglos, pero permeable al cruce de culturas como pocas. La España vaciada de gentes, pero también de prisas y de superficialidad, más auténtica más profunda…a valorar ahora más que nunca…otra vida es posible.

Si Milciades fuera español

Cuando visité Grecia me llamó la atención una constatación que para los griegos era algo natural e incuestionable: los militares formaban parte de la sociedad, sin ambages, desde que las polis iniciaron su andadura; se les admiraba como a cualquier otro compatriota, médico, matemático, arquitecto…sin discriminaciones ni prejuicios. Todos contribuyeron a hacer de Grecia la cuna de la civilización europea. Y esa herencia “natural” la eché de menos en mi país. Si Milciades hubiera sido español ¿Hubiera tenido el mismo reconocimiento?

Aquí muchos dirán que si la última guerra sufrida en suelo patrio fue por causa de ellos (tomar la parte por el todo es algo muy español…un general gallego con mala leche estigmatiza a todo un estamento social), y se anclan en ese pasado para no ver el papel que hoy día juega, tan distinto, porque la modernidad también puede estar llena de arcaísmos. El mundo es, a veces, hostil en demasía (si no que se lo pregunten a los millones de refugiados de guerra) y es positivo ser pacífico, pero la paz no se defiende sola: los que vivimos la Guerra de los Balcanes en los 90 lo sabemos muy bien…lean “El Amor armado” de José María Mendiluce.

El Ejército hoy es una de las instituciones nacionales más intachables y admiradas…de las pocas: el soldado no es ya una figura de represión sino de protección, que guarda y vela nuestra seguridad (ahí están las operaciones contra el ISIS, por ejemplo). La pasada celebración del Dia de las Fuerzas Armadas fue todo un placer para los sevillanos, que nos volcamos visitando las unidades expuestas en el Parque de Mª Luisa (por cierto, explicando los militares con un cariño y humor envidiable a los ciudadanos que por allí pasábamos, bajo un calor de justicia…), los ejercicios en el rio, en el desfile posterior…y me alegró ver la cordialidad de la relación con ellos.

Sin embargo, aun nos queda mucho por avanzar en esa normalización a la que llegamos tarde, como tantas cosas en este país, mientras cuestionamos calles dedicadas a héroes de guerra (bochornoso, por ejemplo, el cuestionamiento de la calle “Almirante Cervera”) o monumentos a su recuerdo (el de los Héroes de Baler, inaugurado hoy con mucho esfuerzo…), o acomplejados de llevar al cine hechos históricos en los que fueron protagonistas.

El Ejercito hoy no es oscuridad y abuso de poder, como pudo ser puntualmente en un momento histórico: son veintitantos valientes caídos en la defensa y ayuda a Mostar, son misiones internacionales de mantenimiento de la paz, son caídos en el Líbano en defensa de un territorio libanés casi indefenso…son un pilar de la civilización, con los mismos derechos y obligaciones que cualquier ciudadano.

La sombra de Europa

Los extremismos son una pesadilla que se esconde, se oculta (a veces en lo más recóndito, expectante…) en la mente de toda persona. Todos estamos expuestos en algún momento, en alguna circunstancia concreta al menos, a dejar a un lado educación y valores y dejar escapar a la bestia. Siempre ha habido y habrá maestros oscuros (al lado de los cuales los Sith son «monaguillos»…) que sepan encauzar esa expresión cuasi-animal de pasar por encima de todos y de todos por miedo, por egoísmo, por sentimiento de superioridad…olvidando lo que nos hace personas…la racionalidad.

No hay que retrotraerse a los asirios o a los bárbaros…hace apenas unas cuantas décadas en Europa campearon el fascismo (breve, afortunadamente…salvo en este país…, pero intenso en maldad) y el comunismo más radical (duradero, y, a la larga y pausadamente, casi tan mortal como el primero), demostrando que entre el hombre civilizado y el que no, no hay tanta distancia a pesar de la pretendida evolución del pensamiento humano.

En Europa hace años que la ultraderecha va ganando terreno, incluso en sociedades consideradas cuna de la Razón como es la francesa, y mucho tardaba en hacerse hueco en nuestro país.

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Son los de ahora más «inteligentes» (disculpen por el insulto que ello conlleva hacia la gente inteligente, por eso lo entrecomillo) que aquellos de «brazo alzado», pero el espíritu es el mismo, la semilla heredada y adornada de falsa reacción ante el «caos» que nos inunda, ofrece rápidas «falsas salidas» a los problemas. Pero, como apuntan gente más reflexiva, no es que ahora haya «camisas azules» hasta debajo de la cama; se nutren del desencanto de la masa, del desespero, de gente asqueada del «buenismo modernillo» en el que todo vale, mas que de pensadores y convencidos.

Contra ello lo peor es la confrontación, que los alimenta y les da alas, y el maniqueísmo de que toda idea que viene de su programa es fascista (calificativo que cada vez se usa más sin saber cuál es su real significado). Hemos dejado que se apropien de valores que deberían ser de todos, como el sentido de aprecio a sentirse español (a pesar de los pesares, uno de los mejores países donde se puede nacer…), o de ideas que son de común aceptaciónn por mucha gente de ideologías varias, como el reconocer que este sistema de las Autonomías «asimétrico» por culpa de malentendidos «derechos históricos», no sirve hoy sino para que existan desigualdades entre españoles por el mero hecho de haber nacido en una u otra (lean sino lo que opina Manuel del Valle, socialista ejemplar).

Se debe obrar con inteligencia (esta vez sin comillas…), desarmándolos con ideas novedosas, no desempolvando viejas beligerancias que ya fallaron, ilusionando, no estigmatizando…tan fácil y tan difícil, pero otro camino no hay, o seguirán ganando terreno.

Los leones de Sibenik

Cuando estudiaba la honorable (otra cosa es que en el ejercicio de la misma se desbarre…) carrera de Derecho, la asignatura de Internacional fue mi preferida. Coincidió por aquellos años con la terrible guerra de los Balcanes: el mundo se giraba hacia una Yugoslavia que, aparentemente, permanecía inmutable desde la época del Mariscal Tito, como asegurando unos cimientos de barro que habían sido germen de la I Guerra Mundial y que volvían a caer bajo el peso del nacionalismo más radical. Descubrimos así  la Gran Serbia, los chetniks, las milicias croatas, los sufridos bosnios…heroicas resistencias, espeluznantes masacres, malos de opereta, y políticos armados tan solo de buenas palabras que chocaban con la bestialidad de una guerra cruel como pocas. Mediluce escribía «El amor armado», y los más criticos nos alineabamos con su filosofía.

Un país, o muchos más bien, lejanos y exóticos a la vista del acomodado europeo, por su cerrazón heredada del Telón de Acero, y sus mezcla de culturas católica, musulmana y ortodoxa . Los giros de la vida, décadas después, nos situaban ante unas encorsetadas vacaciones con destino incierto, y la palabra “Balcanes” apareció libre en la agencia de viajes: como es habitual las playas de la costa dálmata trataban de seducir al turista…pero el viajero va más allá y los recuerdos afloraron a borbotones de nombres recordados…Mostar, Sarajevo, Sebrenitza…había una elección que  contemplaba ese destino tan, aparentemente, inquietante y gris,  si no oscuro…y allá fuimos.

El avión parecía hacer equilibrios sobre un cable invisible aterrizando en Dubrovnik. Croacia nos recibía con la mejor de sus caras: algo masificada pero hermosa, con ecos cinéfilos de Desembarco del Rey, la ciudad se nos aparecía colgada del medievo más resplandeciente cuando bajo el mando de su “serenísima majestad”, el comercio y su estratégica situación la enriqueció y dotó del alma que aun transmite. La guerra de mis recuerdos parecía no haber pasado por allí, de no ser por la sala del palacio ducal dedicada a los defensores de la ciudad…remember.

Esa palabra alcanzaría su sentido real al día siguiente, mientras nos adentrábamos en Bosnia Herzegovina y nos perdíamos en las callejas de la ciudad vieja de Mostar. Nada que ver con lo imaginado; el día, ayudado del radiante de sol, la animación de las calles, el buen recuerdo que nuestros soldados dejaron allí, junto con su sangre, en defensa del más débil… Esplendor otomano, jardines-cementerios de resistencia numantina, zoco de arte y vida a raudales. Ya con la noche llegábamos a Sarajevo.

La ciudad lucia con la alegría del que sabe apreciar lo que tiene, y valorar lo perdido. La avenida de los francotiradores, con su bullicio de tráfico, parecía no haber vivido peores tiempos salvo por los todavía visibles orificios de proyectiles de todo tamaño. hasta el icónico Hotel Holiday Inn, reducto de los sufridos reporteros de geurra que nos llevaban la guerra en directo a nuestros telediarios, tiene una chapa y pintura que lo hacían irreconocible. La vida y la convivencia relucían por doquier; la biblioteca, recrecida sobre siglos de sabiduría, volvía a levantarse orgullosa de su pasado y sentido de la convivencia…y la simpatía de sus gentes por encima de todo.

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Regresábamos a Croacia, a la ciudad de Split, con las calles tortuosas horadando el antiguo palacio de Diocleciano y su mausoleo, digno de una última cruzada, entre venecianos, bizantinos y turcos. La perla de la costa dálmata, a nuestro entender.

Camino de Zadar, una parada en Sibenik que sabe a poco. La Catedral de Santiago, custodiada por sus leones, resaltaba sobre un casco urbano pequeño pero interesante, con sus murallas acariciando el puerto…esas joyas del Adriático  que parecen menores y ocultan su valor a los no iniciados.

Zadar al atardecer, con su órgano marino, parecía agarrarse a su impostura de tiempos perdidos del Imperio Austro-Hungaro. Y al día siguiente Plivtce, con sus centenares de lagos, quizás excesivamente explotada, a pesar de lo cual sobrevive en su hermosura a este maldito turismo masivo y maleducado que le da igual estar allí que en una piscina municipal.

Los días se pasaban rápidos y ya apenas Zagreb nos quedaba. Capital cosmopolita y moderna, con su Iglesia de San Marcos, y su tejado de tarta de cumpleaños, y la encantadora luz de gas bajo la tormenta que en torrenteras parecía querer tragarse Gornji Grad en la noche. Inolvidable paseo con la ciudad solo para nosotros.

Y al final el contraste de Slovenia, rica y populosa, resguardada por sus montañas y por los dragones que, cuenta la leyenda, protegen Ljubljana y su puente, parecía sacada de un calendario. La última noche en Opatija, envuelta en su glamour decadente, antes de regresar a casa, nos dio para reflexionar como la vida se abre camino, como la historia mil veces repetida, porque no aprendemos de ella, no puede sepultar las ganas de salir adelante del ser humano que resiste, como los leones que guardan Sibenik, al paso de los malos tiempos. Fascinantes Balcanes, lección de historia.

Reducción al absurdo

De verdad que he tratado de no escribir sobre este…»Salvame político»…pero nos copan la atención (o lo pretenden) en el espacio-tiempo de una manera…Soy de esos que no cree en la globalización (que poco bueno ha traído…) pero si en la aldea global. Cuando se viaja con cierta tranquilidad y te abres a la intrahistoria de las gentes y los lugares, te das cuenta que con todo el bagaje histórico-cultural que nos diferencia, el ser humano es igual en todas partes, con sus problemas y sus virtudes, y que el único elemento diferenciador en el jod…dinero.

La España actual se ha cimentado sobre un modelo político y económico asimétrico, a todos los niveles: somos, tristemente, el tercer país de Europa con más diferencias socio-económicas entre sus ciudadanos, según un informa de Intermón Oxfam…creemos que el haber estado a un lado u otro de una  historia común nos da derecho a exigir.

El delicado momento histórico de la Transición hubo que salvarlo con mucho diálogo, y tragándose (sobre todo los más tolerantes, como pasa  siempre…) muchos “sapos”, y uno gordo y seboso fue el de las “nacionalidades históricas”, donde se confundieron la historia y las señas de identidad con la sempiterna aspiración del ser humano a ser “más que los demás”. Cataluña, País Vasco…Navarra en lo “económico”…seguidos, con una actitud muy diferente, por Galicia o Andalucía…forjó este panorama abonado al conflicto. El coste de vidas humanas hizo recapacitar a los vascos más radicales…pero el afán de dinero no a Cataluña. Alimentado ese falso espíritu “nacional…ista”, que se basa en haber estado media historia de España apostando por el bando perdedor que les prometía privilegios del Antiguo Régimen (lease Guerra de Sucesión, olvidadas guerras Carlistas…y paces pagadas con dinero por Reyes incapaces de ejercer con realeza…) y por un victimismo inmaduro, llegó la democracia y…lo empeoramos.

Cuarenta años de una educación “dirigida” y sesgada han dado origen a toda una generación (o dos…) de catalanes que creen ser oprimidos y menospreciados y que una vez sean independientes, serán como una Suiza del Sur, donde atarán a los perros con longaniza.

Cansancio es poco…hartazgo de que aparezcan como el principal problema en España, cuando hay millones de parados, grandes fortunas enrocadas en si mismas, y corruptos andando por la calle sin problema…la solución pasa, a pesar de todo, por el diálogo y la educación igualitaria para todos los españoles (pues tenemos una Historia conjunta que nos une, no que nos separa) ya que es imposible ponerle un psiquiatra a cada independentista fanatizado que se cree la victima número uno de no se sabe que.

Lo único cierto, por reducción al absurdo, es que el “catetismo” (que en eso ha desembocado todo este nacionalismo) se cura si nos detuviéramos a conocer al otro, con los mismos problemas y sueños que cualquier otro ser humano, respetáramos más a nuestros semejantes y  frenáramos la ambición desmedida de nuestro tiempo colaborando no apedreándonos…que no somos el ombligo del Mundo.

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El Hundimiento

Alepo está pronta a capitular…a sangre y fuego…parece un titular de la Cronica Francorum medieval, pero está sucediendo hoy. Como dijo el sacerdote esta mañana en la homilía, las televisiones hablan de medio centenar de muertos esta noche como si fuera una novedad, cuando ocurre cada día. Si, esa Iglesia a la que se tacha demasiado a la ligera de estar al margen de la realidad es la que hoy nos ha hecho reflexionar con más profundidad, entre “Salvames” variopintos y partidos de futbol…opio del pueblo.

Es, hoy por hoy, el máximo ejemplo del fracaso “civilizador” de Occidente, que interviene solo para su interés, que bombardea por ”error” y replica al “fallo” hundiendo hospitales bajo los misiles que, al parecer, nadie dispara y cuya responsabilidad nadie asume, que debate en burocráticos ejercicios de hipocresía sin ensuciarese las manos siquiera: Estados Unidos y Rusia ni quitan ni ponen Rey…

Luego, cuando ya perdamos la cuenta de los muertos, haremos planes de reconstrucción, como si las vidas perdidas pudieran recobrarse. Un día pagaremos por esto, justos por pecadores, por tanta amnesia y olvido, por tanta sangre inocente…no es una película de ficción que pasa por la pantalla, es la decadencia de la civilización que nos pillará ebrios de autocomplacencia y egoismo.

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Luz de Oriente, sombras de hoy

No corren buenos tiempos para la alianza de civilizaciones (gran proyecto fallido…hasta el día de hoy), seamos claros. La retorcida interpretación del Islam por parte de esos mal llamados “jihadistas” (la Jihad es el esfuerzo, bélico o no, por la comunidad a la que perteneces…no  cortarle la cabeza a los vecinos que no piensan como tu)ha hecho olvidar siglos de sabiduría que nutrieron el mundo allá por el Medievo, que ese niño que llora en la ambulancia tras salir de los escombros de una Alepo triturada por sinrazones vierte las mismas lágrimas que tu hijo, que en nombre de Dios “creyentes” de todas las épocas y credos han cometido asesinatos…

El problema del Islam es que no tuvo un renacimiento como Europa, un discernimiento entre lo que es del Cesar y lo que es de Dios. Eso y siglos de mandatos europeos marcando fronteras de conveniencia sin atender a la historia y a las gentes que habitan esas tierras de oriente, que lo hicieran evolucionar hacia un racionalismo como el nuestro. Pero es que cuando veo que aumentan preocupantemente los ataques islamófobos en Europa, dudo de que esa racionalidad haya encontrado acomodo entre nosotros, la Europa «civilizada»,y eso me duele tanto o más, que los actos de esas bestias de banderas negras del IE.

Y la incultura…siempre el gran mal de la Humanidad…tratar a todos por lo que eres, musulmán, cristiano o judío…y no por lo que haces. Pero si se toma uno la molestia de conocer al otro, vemos que bajo la piel somos todos iguales y que las culturas son diferentes, pero no tienen porque ser enfrentadas. Solo hay que buscar los foros adecuados de tolerancia y apertura  para contrastar esto que digo. A mediados de Octubre encontrarán uno en la Sierra de Aracena…allá por Almonaster, en sus jornadas universitarias donde acuden sabios de todo credo y país…y luego paseen por sus calles y comprobarán que otro mundo es posible sin más esfuerzo que el de escuchar y respetar la opinión del otro.

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El sueño (espejismo) de Europa

Siempre fui ciertamente pesimista (escéptico lo llaman los políticos) con la idea de la Unión Europea. Creo que la historia (gran maestra a la que pocos atiende y de la que muchos menos aprenden), pesa mucho y, tarde o temprano, pasa a cobrar su factura a esta Humanidad que tropieza una y otra vez en los mismos errores.

La cultura y la forma de vida nos unen y también nos separa. Nos hace similares y distintos a la vez, y  a veces, demasiadas veces quizás, nos enfrenta. Pero evolucioné (o me hice más tonto, visto lo visto) y creí en un Estado Europeo que superaría esto, en el que podríamos crecer como ciudadanos… hasta que llegó la crisis que tantas cosas devastó y destruyó.

Ante esa catarsis la UE (que no Europa, que es mucho más que todo esto), cerro filas para salvar la macroeconomía, que parece un ente abstracto pero que sabemos que solo encierra especulaciones en Bolsas, paraísos fiscales, intereses de las grandes empresas y Bancos… Si, la macroeconomía, esa que, según el Abogado del Estado Europeo, está en riesgo si al ciudadano se le devuelve el dinero que se le “apropiaron” (todo muy “legal”, oiga) las entidades crediticias, esas que no solo no han tenido pérdidas en todos estos años terribles sino que han seguido teniendo márgenes de beneficio más que amplios.

Una UE que sanciona a sus países por invertir en los ciudadanos (sanciones económicas que, por otro lado, harán que aumente el gasto estatal para pagarlas, ¿no?), y los obliga a aumentar los impuestos, siempre indirectos (esos que pagamos usted y yo independientemente de nuestra capacidad…IVA, combustibles…). Ante ese panorama la salida de Gran Bretaña (que nunca se sintió europea en toda su historia…lean y verán) se veía venir; nunca fui muy amante de su idiosincrasia (la flema británica y su sentimiento “imperial” nunca serán santo de mi devoción…cuestión de gustos) pero la gente de a pie, sencilla y con cierto uso de razón (que aun queda algo por ahí…) nos parecemos mucho y es fácil de comprender. Ven una UE volcada en la “macroeconomía”, que apenas tiene una política común fuera de los temas crematísticos y que, lo que es peor, no escucha al ciudadano: no olvidemos que es la Comisión Europea la que gobierna, y esta no la elegimos, y el parlamento, aunque con más poderes que en su origen, continua siendo solo un lugar con derecho al pataleo y poco más.

La consecuencia ha tardado pero ha llegado…el resultado está por ver. Si se está mejor fuera que dentro de la UE, lo dirá el tiempo y la historia, pero visto lo visto dudo de la sabiduría de nuestros políticos. Ojalá me trague este texto con el paso del tiempo, sería la señal de que la UE captó el mensaje y se replanteó su camino.

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