Antes de que el destino nos alcance
La tormenta ha dejado de tronar, demoledora, aunque aún llueve sobre mojado. Los lentos días del confinamiento se aceleran dejando atrás buenas intenciones, y otras que no tanto, sacándonos del túnel oscuro, como en las mejores películas, hacia la luz…pero resulta que está nublado.
En los densos y alucinantes días de marzo, cuando parecía Mad Max atravesando el páramo de las calles de una Sevilla abandonada a todo pedal para llegar al trabajo, pensaba que, dentro de todo lo negativo del momento, esta situación nos ayudaría a cambiar a mejor en muchas cosas, no en todo, pero si en gran parte. Y, aunque en menor medida (seamos realistas), lo sigo pensando.
Después ha venido esa extraña mezcla de lo mejor y lo peor del ser humano: altruismo, egoísmo, misericordia, miedo…Esta sociedad nihilista, confiada en cuerpo y alma al “Deus Ex Machina”, ha sentido como este tenía pies de barro y volvíamos al siglo XVII (que bueno que el “Discurso de la Verdad”, hubiera sido de lectura obligatoria estas semanas), encerrados en el útero hogareño, sin saber que pasaría mañana, presos del miedo ante el mínimo síntoma de enfermedad…porque seguimos siendo pequeños ante la fuerza del destino.

Reflexionas en esos días (no se si ponerlo como exclamación, pregunta o qué…) sobre de dónde vienes y cuál es el camino a seguir. La mía personal, que me gustaría no fuera solitaria, primeramente me reafirma en que lo estábamos (¿o mejor usar el presente del verbo?…estamos) haciendo mal: nuestra forma de vida, el maltrato al clima, y a la Naturaleza en definitiva, el creer que lo malo siempre le pasa a otros, y que generar riquezas y (supuesto) bienestar justifica pisar el acelerador a fondo y arrasar con todo lo que haga falta…ahí está la clave de porqué hemos llegado a esta situación.
Situar a las personas y al planeta en el centro de todas las cosas no es ya un deseo sino una necesidad, pero ¿hemos llegado a esa conclusión más allá de los discursos? Salimos hace unos días a la calle, como niños en mañana de Reyes, pero pronto vuelves a observar la falta de respeto de quienes no aceptan la norma que nos han puesto para salvar nuestras vidas, porque la norma es para otros y a mi me oprime; tenemos un nuevo “juguete”, en forma de guantes y mascarillas, con el que ensuciar las calles y jardines…y hay mucha prisa por volver a lo que teníamos antes, aunque sea incompatible con la salud, a que la máquina económica de la desigualdad vuelva a funcionar para volver a engordar los mismos bolsillos, o, al menos esa sensación me llevo.
Vienen tiempos de gran esfuerzo que, de verdad no de boquilla, que debe ser compartido por todos; de pensar en la comunidad como bien necesario, y en el país como hogar común; de resetearse y buscar nuevos sectores económicos a explotar, que no sean solo turismo y ladrillo; de que España tiene que tener un único sistema sanitario y educativo (en esos dos aspectos al menos), porque todos tenemos derecho a ser tratados con igualdad y a no ser menos ni más por vivir en el norte o en el sur. Dialogo, imaginación y bien común sobre las que amoldar esta sociedad, antes de que el destino nos alcance y la próxima vez no nos protejan ni nuestras casas. Aún estamos a tiempo.
Publicado el 7 mayo, 2020 en Vida. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.
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