El derecho a ser feliz de la oveja negra
La necesidad de valores es algo connatural a todo ser humano que asume que, en su vida como animal social que es, necesita unas directrices o referencias que encaucen su hacer o dejar de hacer y generen una convivencia digna y armoniosa con el otro.
Hoy día, la pérdida de esos valores (que pueden ser o no religiosos pero que son intrínsecos a la parte cognoscitiva del ser humano), o su sustitución por otros con pies de barro que vierte esta sociedad del consumismo y nihilista hasta la nausea, nos hace navegar por aguas turbias y carentes, las más veces, de rumbo.
Todo tiene su justa medida, y la dogmatización de esos principios, los hace inamovibles y, en muchos casos, injustos cuando ignoran la diversidad de realidades, tan variadas como la vida misma. El limite, creo, está en no hacer daño a los demás y ser respetuosos…pero a la masa eso no le basta. Surge entonces la “oveja negra”, estigmatizada y vilipendiada, la mayoría de las veces por nuevos fariseos que ocultan peores intenciones que las que censuran. De esto la Iglesia sabe un rato, y el historial de errores es numerosos…seamos críticos además de creyentes.
La llegada del Papa Francisco esta consiguiendo reformular y adaptar muchos de esos dogmas que no hacen sino más infeliz al hombre, pero claro, ello levanta ampollas en el clero más recalcitrantemente conservador que, en ocasiones, en su obcecación, ignora incluso lo que dijo aquel Buen Pastor de Galilea, y su principal divisa…que Dios es amor, por encima de todo, con todo lo que ello conlleva. A tenor de esto recuerdo una frase de Victorio de Sica aplicable a esta “indignación moral” que mueve en algunos, a la cual definió “en la mayoría de los casos, un dos por ciento de moral, un cuarenta y ocho por ciento, indignación, y un cincuenta por ciento, envidia”.
Publicado el 5 mayo, 2016 en Vida. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.
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